El padre que parió. El dominio de género como cuestión cultural
¿Se puede atribuir el dominio a un género, sin más?
Desgraciadamente, el dualismo naturaleza-cultura no ha sido superado hoy en día a la hora de atribuir/justificar comportamientos y actitudes atribuidas al género social.
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Javier San Martin, en Para una superación del relativismo cultural. Antropología cultural y antropología filosófica, afirma que "no hay valores humanos transculturares" y pone en cuestión la idea de normalidad en las conductas:
“El trabajo que emprendió Margarett Mead (1935) fue el de demostrar que hasta en puntos que nos pueden parecer tan connaturales como, por ejemplo, los comportamientos sexuales no estrictamente anatomo-fisiológicos (biológicos), no son dados por naturaleza, sino que son relativos a la cultura, desde el momento en que, según muestra M. Mead, se pueden encontrar sociedades en las que los hombres [varones] y las mujeres se comportan de modo semejante, por ejemplo, a como entre nosotros actúan los hombres [varones], tal como parece ocurrir entre los Mundugumor de Nueva Guinea; lo opuesto se puede observar entre los Arapesh, quienes se comportan según lo que nosotros calificaríamos de un modo maternal femenino, tanto los hombres [varones] como las mujeres; entre ambos sexos se puede observar una clara predisposición a la cooperación, ayuda y solicitud por los otros. Entre los Tchambuli, por el contrario, se puede observar una fuerte diferenciación sexual, pero invertida respecto a nuestros criterios; las mujeres son agresivas y disfrutan de la iniciativa sexual y el poder político, mientras que los hombres [varones] aparecen más pasivos, menos responsables y afectivamente inestables y dependientes (cfr. Mead, 1935)" (2009: 106).
Los ejemplos citados dejan claro que la actitud y los roles impuestos a ambos sexos son un rasgo cultural no impuesto por la naturaleza. Pero no olvidemos que uno de cada 500 nacidos padece el síndrome de Klinefelter y uno de cada 4000 el de Turner y además hay otras personas que, sin padecer estos síndromes, no están de acuerdo con el sexo social asignado (Thomas Beatie no sufre ninguno de los dos síndromes citados puesto que ha demostrado ser fértil).
Esto significa que hay un gran número de seres humanos en el mundo con dificultades para aceptar los roles sociales asignados en función del sexo fenotípico y que son excluidos del debate sobre la igualdad de género.
La chirigota de José Luis García Cossío, en el carnaval de Cádiz del año 2006, nos muestra la rabia e impotencia de un personaje que no encuentra su sitio:
“Los curas en el colegio / Me tenían manía / Si me veían jugando / Venían y me reñían / ¡Ay padre yo me aburro! / ¡Ay padre no me riña! / Los niños con los niños / Las niñas con las niñas / Y yo ¿dónde, carajo?” (Los que cosen pa' la calle).
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