Las elecciones como dramas de identidad y diferencia

¿Será el candidato elegido nuestra voz?

Victor Turner, en Schism & Continuity in an African Society (1957), acuña el término drama social como una unidad de análisis para explicar los procesos sociales, entendidos como modelos repetitivos de actividades. Ted Lewellen explica que, en esa obra, Turner "siguió a un solo individuo a través de una serie de 'dramas sociales' en los que se desvelaban las manipulaciones personales y comunitarias de las normas y valores" (Lewellen, 2009:29).

Jonathan Spencer, en La democracia como sistema cultural. Escenas de las elecciones de 1982 en Sri Lanka, explica la confrontación entre votantes y candidatos en la que se busca un representante para la agencia colectiva:
"[…] las elecciones son dramas de identidad y diferencia, basados por un lado en la afirmación de identificaciones morales dentro de un "nosotros", y, por tanto, en el trazado de diferenciaciones, igualmente de naturaleza moral, respecto a un "ellos". Y al escoger un representante, los electores no sólo escogen una identificación para sí. Además tienen ocasión de contemplar una extraña paradoja simbólica: la persona que encarna esa identificación no ha de limitarse a ser totalmente lo mismo que "nosotros", sino que también debe ser --simultáneamente, de algún modo, misteriosamente-- lo bastante diferente como para actuar como nuestra voz y como encarnación fiable de nuestra agencia colectiva" (Marquina 2009: 60).
Pero hay que tener cuenta que esto sería así en una democracia real. En muchas democracias formales el votante no elige un represente sino un Partido político que lo ha incluido en una posición concreta de una lista, lo controla y lo destituye si lo considera conveniente. Esto supone que la agencia colectiva se deja en manos de un Partido.




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