El padre que parió: El sexo y el género gramatical

¿Tienen sexo las palabras?


Todos los pueblos utilizan una lengua para comunicarse. Para expresar los conceptos se necesitan palabras y estas palabras se agrupan en tipos.

Juan Aranzadi en una nota al pie de Antropología del parentesco y de la familia, de la que es traductor dice:
“En tanto que categoría gramatical, 'género’ se utilizó inicialmente con un sentido meramente clasificatorio: en determinadas lenguas como el griego o el latín determinadas clases sintácticas de palabras, como los ‘nombres’ y ‘pronombres, registran flexiones morfológicas diferenciales, regulares y concordantes, que permiten clasificarlas en dos, tres o más ‘clases’ o ‘tipos’ de palabras de las que, por ello, decimos que tienen un ‘género’ diferente.” (Parkin y Stone, 2007: 462).
 La asociación simbólica entre sexo biológico y el género gramatical se debe a que en algunas lenguas se eligieran los términos sexuados “masculino” y “femenino” y al hecho de que un pequeño porcentaje de las palabras de género masculino  y femenino se refieren a seres vivos machos y hembras respectivamente. Esto sucede en lenguas como el castellano, el francés o el italiano, que tienen dos géneros, pero hay que tener en cuenta que, por ejemplo, en euskera no hay género, en latín y griego hay tres, en swahili seis y en algunas lenguas bantús diez o más.

El género gramatical se aplica tanto a las palabras que definen el sexo fenotípico como a los roles atribuidos al género social.

La mayoría de los autores consideran que en castellano solo existen dos géneros gramaticales (masculino y femenino). El Diccionario de la lengua española en el avance de la vigésimo tercera edición dice:
“En español no existen sustantivos neutros, ni hay formas neutras especiales en la flexión del adjetivo; solo el artículo, el pronombre personal de tercera persona, los demostrativos y algunos otros pronombres tienen formas neutras diferenciadas en singular”. 
Por otra parte, contempla la existencia del “nombre común en cuanto al género” que es: “El que no posee género gramatical determinado y se construye con artículos, adjetivos y pronombres masculinos y femeninos para aludir a personas de sexo masculino y femenino respectivamente; p. ej., el mártir y la mártir; el artista y la artista” y, además, el “nombre epiceno” para referirse a “nombre común perteneciente a la clase de los animados que, con un solo género gramatical, puede designar seres de uno y otro sexo; p. ej., bebé, lince, pantera, victima”.


Si comparamos el género gramatical con el sexo fenotípico parece evidente que el primero nada tiene que ver con el sexo y, además, que no existe un género gramatical específico que pueda ser asignado a los sustantivos que se utilizan para designar a los que no pertenecen a las categorías macho o hembra (“el Otro” del sexo).

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