Interrelación trabajo-juego
Muchos juegos necesitan de un juguete para desarrollarse. Ya sabemos que el juguete (tanto infantil como adulto) es un elemento de la cultura técnica que necesita del trabajo para ser producido. Pero además, cualquier objeto, sea cual sea su finalidad, puede ser utilizado para jugar; un ejemplo evidente de esto sería un “smartphone” (puede utilizarse para trabajar, para jugar y también para jugar en horario laboral).
Otro aspecto de esta relación se aprecia en el juego de aprendizaje social de los niños. Es frecuente que los niños simulen roles de distintas profesiones en sus juegos y adopten comportamientos de policías, ladrones, soldados, médicos, etc. Ya hemos dicho, más arriba, que se puede jugar a todo: a la guerra, al amor, a morir, a trabajar e incluso a jugar.
Por otra parte, el tiempo disponible para jugar es función del tiempo empleado en trabajar y en esto aparece una relación de exclusión del juego por parte del trabajo. Con la aparición del molino satánico de Polanyi (Moreno Feliú, 2005), lo que eran labores para el aprovisionamiento y el intercambio (Shalins, 1976) se convierten en una mercancía llamada trabajo. El trabajo pasa a estar definido por una relación contractual y/o un precio. Podemos construir, por ejemplo, una mesa como trabajador de una fábrica o como empresario autónomo y estaremos trabajando, o bien para nuestro propio uso, en cuyo caso se tratará de un hobby.
La exclusión del trabajo, temporal o permanente, con el incremento de tiempo libre disponible, hace que las personas en paro o jubiladas sean las que mayor tiempo pueden dedicar al juego. Por esto, Homo senior es el paradigma de persona dedicada al ocio (Orozco Guerrero, 2015).
En facebook todos juegan excepto los que buscan beneficio económico. La inserción de anuncios y las cada vez más numerosas páginas de empresas, constituyen una forma de trabajo para los que pretenden vender sus productos. Así, se produce una situación en la que los que trabajan pueden molestar a los que juegan.
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