Cronoteo y el azar


Ya te conté que Cronoteocuando nació, traía un bagaje genético que lo facultaba para adquirir habilidades y conocimientos humanos. Ese bagaje no es otra cosa que los genes que conforman su ADN. Cronoteo, un día, reparó en que resultaba que su ADN era fruto de la combinación aleatoria de los genes de sus progenitores.

También  se dio cuenta de que la misma circunstancia se había dado en la concepción de todos sus ancestros. De este modo, su bagaje genético era fruto de un proceso aleatorio que se remontaba a un tiempo muy remoto y que se había producido en el seno del Tiempo. Por eso había cambiado su nombre (Sinteo) y había reconocido a Tiempo como su dios. Y pensó:  ― ¿En el seno del Tiempo? Resulta que mi dios es femenino. Y continuó: —Pero qué tontería, los dioses no tienen sexo. Bueno, no tienen sexo ni tienen nada. Solo son un producto de la mente humana y pertenecen a la realidad imaginada.

El ente llamado Cronoteo era el resultado de algo más que su bagaje genético. Su bagaje genético le proporcionaba, de forma aleatoria, un genotipo y un fenotipo (su apariencia). Pero su personalidad (su cuerpo y su mente) iban cambiando en función de su modo de vida, de sus experiencias personales y de su entorno.

Cronoteo, al principio, pensaba que su modo de vida era fruto de su decisión ejercida en el ámbito de su libre albedrío. Pero más tarde alguien le explicó que el libre albedrío no existe. Que todas las decisiones que tomamos son fruto no solo de nuestro bagaje genético sino también de nuestro modo de vida (de nuestras experiencias personales) y del entorno en que vivimos. Un simple dolor de cabeza puede hacernos tomar una decisión que nunca tomaríamos si no nos doliera. Pensar que hay un plan cósmico en el que se contemplaba ese dolor de cabeza parece, sencillamente, una necedad. Y ¿por qué se ha producido ese dolor de cabeza? ¿Un grupo de neuronas faltas de riego sanguíneo? ¿Asistencia a un tedioso acto al que no teníamos intención de ir? ¿Malas noticias? ¿Una multa? ¿Qué? Pues, algo que no se repite con una frecuencia determinada y que no hemos decidido nosotros, es decir, algo aleatorio.

Cronoteo se dijo: —Entonces, también las experiencias personales “elegidas” por mí son aleatorias, porque mi decisión fue aleatoria y, ¡ni te cuento!, mis experiencias personales decididas por otras personas o por el entorno.

Bueno, aún le quedaba el entorno. Pero su entorno cambiaba aleatoriamente y había nacido en un entorno concreto porque su madre vivía allí por azar. Y, además, si había “decidido” cambiar de entorno esto era un suceso aleatorio ya que se debía a su “decisión”; a sus experiencias personales; y a su soporte genético (todos sucesos aleatorios).

La conclusión del razonamiento era evidente. Cronoteo era un ente fruto del azar. Si había un dios que jugaba a los dados o a la ruleta ese era Azar. Cronoteo era aleatorio.

Seguiremos con el pensamiento de Cronoteo otro día.

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