Cronoteo y Coronavirus
Cronoteo supo un día que
la diosa Enfermedad estaba acabando con la vida de muchos humanos en un país
lejano.
Las autoridades y los
expertos dijeron que no pasaba nada y no hicieron nada al respecto. Sin
embargo, pasados pocos meses, el enviado de Enfermedad, un tal Coronavirus,
empezó a segar muchas vidas en su propio país.
Enfermedad se frotaba las
manos porque Coronavirus estaba resultando un arma muy eficiente que, en
colaboración con otros agentes, como Inmunodeficiencia, había conseguido el
preciado grado de pandemia.
Por otra parte, la diosa
Muerte permanecía impasible; sabía que todo era cuestión de Tiempo. La batalla
que los humanos libraban contra su subordinada, Enfermedad, era solo una parte
de la guerra en la que ella siempre resultaba victoriosa. Ella sabía que cada
persona tenía su tiempo hasta que se le acababa y que la misión de Enfermedad era robar tiempo a los humanos.
Los gobernantes y
expertos de todos los países, ante el incremento desorbitado del número de
infectados por Coronavirus, se dieron cuenta de que sus sistemas de salud no
estaban preparados para hacer frente a la situación. Aunque al principio eran
reacios a aceptarlo, pronto pasaron a declarar la “guerra” a Coronavirus (un
simple agente) y obligaron a los “pacientes” súbditos a confinarse en sus
domicilios, en lo que supuso un ataque a la libertad de los individuos, que
nadie pensaba que pudiera ocurrir en una democracia, y una victoria de la
igualdad (todos 'igualmente' confinados).
La medida de
confinamiento no tenía como finalidad evitar los contagios sino más bien
alargarlos en el tiempo para evitar el colapso del sistema de salud por la
carencia de medios y de personal. La previsión era que se infectara hasta el 80%
de la población, así que pensaron que lo mejor era alargar el proceso en el
tiempo (hasta un año) a pesar de los daños colaterales de esa táctica de
“guerra”: vulneración del derecho a la libertad de los individuos y hundimiento
de la economía.
El mensaje de las
autoridades era “todos unidos venceremos a Covid-19”. Y al mismo tiempo decían
que para no ser infectado bastaba con mantenerse a dos metros de otras personas
y lavarse concienzudamente las manos antes de tocarse los ojos, la nariz o la
boca. La victoria prometida consistía en conseguir la inmunidad colectiva que
se conseguía con la producción de anticuerpos por parte de los infectados no
fallecidos.
Cronoteo estaba perplejo y como siempre, se
hizo preguntas y sacó conclusiones:
Enfermedad:
·
El personal
sanitario no luchaba contra tal o cual virus, del mismo modo que un país no
lucha contra los V-8, los misiles o los Kamikazes. La lucha contra los virus debería realizarse
en laboratorios que cuenten con personal cualificado, medios y tiempo.
·
El personal
sanitario libraba sus “batallas” contra Enfermedad (cuyas armas son bacterias,
virus y envejecimiento) en los edificios habilitados como campo de batalla, con
las armas que les proporcionaban los laboratorios y las fábricas de medios de
protección y de asistencia.
Xenofobia:
·
Coronavirus resultó ser un factor de potenciación de la xenofobia. Ahora el
“otro” que se enfrentaba a “nosotros” no era solo el que entraba en competencia
por los recursos escasos, sino que, además, era el INFECTADO o PRESUNTO
INFECTADO. Ya no eran los rasgos étnicos o culturales los “preocupantes” sino
que cualquiera ajeno a la comunidad íntima debía ser mantenido a distancia.
Libertad:
·
Las medidas
adoptadas por los gobiernos de los distintos países eran similares salvo en lo
que a la libertad se refiere. Los gobiernos de ideologías cercanas al humanismo
liberal adoptaban medidas más respetuosas con la libertad de los individuos que
los de ideologías inspiradas en el humanismo comunista. Entre estos últimos
hubo un presidente de gobierno [Filipinas] que ordenó al ejército y a la
policía disparar sobre los que incumplieran la orden de confinamiento.
Otro día te contaré cómo,
según Cronoteo, afectó la acción de Coronavirus a la globalización y al
fortalecimiento de los nacionalismos étnicos.
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