Nacionalismo (de la imprenta a internet)


El nacionalismo, como doctrina y movimiento político, necesita de algún medio de comunicación para propagarse y asentarse. Ted Levellen en su Introducción a la antropología política lo expresa así:
“En Imagined Communities, Benedict Anderson (1983) sigue el rastro del nacionalismo desde sus raíces en el "capitalismo de imprenta" europeo del siglo XVIII. Previamente, existía poco sentido de unidad nacional más allá de una lealtad generalizada a la corona. Con la aparición a gran escala de la impresión en lengua vernácula y de la alfabetización de masas, impulsadas por la búsqueda de beneficios en la continua expansión del mercado editorial, por primera vez la gente corriente pudo identificarse con otras personas que nunca habían visto y que nunca conocerían. Estas agrupaciones fueron reforzadas por la rápida propagación de ideologías que dividían a las personas de acuerdo con sus lenguas, culturas e historias legitimantes -llenas de héroes valientes y autosacrificados- y que estaban apegadas a territorios específicos” (Lewellen, 2009 [2003], pág. 234).
En el párrafo vemos como el nacionalismo lleva a agrupaciones excluyentes (de los OTROS) que se articulan en torno a lengua, cultura, e historias (no exentas de mitos). También se puede apreciar un tránsito de la lealtad a la corona a otro tipo de lealtad.
En el siglo XXI la nueva “imprenta” es internet que se ha convertido en una herramienta básica para los transnacionalismos. El mismo autor reflexiona así:
“La cesión de funciones económicas -anteriormente monopolizadas por el Estado-, a instituciones mundiales tales como empresas multinacionales, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial del Comercio, contribuyó a reducir el poder del Estado para mantener la concordia. Así es como surgieron una multitud de organizaciones de base… para llenar los vacíos de poder en el ámbito local. Las nuevas comunicaciones y los viajes baratos de larga distancia han hecho posible que se formen diásporas desterritorializadas y mantengan el contacto entre sí. Internet puede ser el equivalente contemporáneo del "capitalismo de imprenta" de Anderson, por su capacidad de unir a las personas de países diferentes. Por ejemplo, los numerosos sitios Web sobre el genocidio armenio de 1915, repletos de historias, narraciones de supervivientes y horrendas fotografías, ofrecen una nueva conciencia de indignación nacional (Kojiian, 2002)” (Lewellen, 2009 [2003], pág. 235).
Pero internet no es una herramienta exclusiva de los transnacionalismos, en los últimos tiempos se está utilizando en la lucha de los nacionalismos culturales (¿etnonacionalismos?) como podemos comprobar en la reciente eclosión del nacionalcatalanismo.
La gran diferencia entre la imprenta e internet está en la velocidad y en la capacidad de difusión. Los nacionalismos del siglo XVIII se producen en sociedades mayoritariamente analfabetas; los ultranacionalismos del siglo XX se encuentran con sociedades más alfabetizadas pero con limitado acceso a la información; pero ahora, los nacionalismos culturales se producen en sociedades alfabetizadas y con acceso instantáneo a la información tanto del bando separatista como del unionista. Hoy en día es fundamental la calidad e intensidad del adoctrinamiento.

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