El principio nacionalista
Algunos autores ponen en cuestión la congruencia entre la unidad
política y la unidad nacional entre otras cosas por el carácter imaginario de
la nación. Por otra parte, ven la nación como un sistema obsoleto que reemplaza
las comunidades religiosas y los reinos dinásticos. Marc Abélés en La
antropología política: Nuevos objetivos, nuevos objetos, lo expresa así:
"Gellner (1983,11) definió el principio nacionalista como el
principio que afirma que «la unidad política y la unidad nacional deben ser
congruentes». Ahora bien, esta congruencia es la que plantea los problemas en
la actualidad. Otra cuestión oportunamente planteada por B. Anderson (1983) se
refiere a la naturaleza del vínculo que existe entre los miembros de una misma
nación. Este autor destaca el carácter "imaginario" de esta
comunidad. La nación, imaginada como limitada y como soberana, viene a
reemplazar la influencia de las comunidades religiosas y de los reinos
dinásticos característicos de la época anterior” (2004, pág. 64).
La exaltación del vínculo nacionalista lleva a la exclusión de los
OTROS basada en rasgos culturales (como la lengua y las tradiciones)
y genéticos. Yuval Noah Harari, en Homo Deus, Breve historia del mañana,
se refiere a lo nefasto que ha resultado en la historia la exaltación de las
diferencias:
“mientras se baila la polka nacionalista [¿sardana?], un paso
pequeño pero importantísimo puede llevarnos de creer que nuestra nación es
diferente de todas las demás a creer que es la mejor. El nacionalismo liberal
del siglo XIX requería que el imperio de los Habsburgo y el zarista respetaran
las experiencias únicas de alemanes, italianos, polacos y eslovenos. El
ultranacionalismo del siglo XX procedió a desencadenar guerras de conquista y a
construir campos de concentración para la gente que bailaba siguiendo una
tonada distinta” (2016, pág. 280).
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